2007-08-13

Lo posnorteño (Nostalgia neopop) (Por Carlos Velázquez)

La literatura made in el Norte, como todas las literaturas, tiene sus avatares, recovecos, bajos fondos y jiribillas. Pero antes de echar a andar el asador, recordemos que en lo correspondiente a la confección de botas y sombreros, eso que llamamos, con fines dietéticos, literatura norteña, es un ente de declarada especie pero inidentificable. Es decir, está ahí, podemos teorizar acerca de él, podemos escribir regidos bajo su influencia, pero nadie puede explicar claramente el fenómeno de lo norteño. Una pregunta, ¿Par de reyes de Ricardo Garibay es una novela norteña? Por supuesto. Lo que no es, aunque le cueste fingirlo, es un texto escrito en el norte.

Como toda buena película de vaqueros, lo norteño tiene sus héroes, sus villanos, sus soundtracks y hasta sus vaqueritas. Frente a eso, como de cara a un sol rapsoda, surge una nueva generación. Lo que a estas alturas del partido y con el marcador a favor podemos neoclasificar como Neo-Boom. Considero que más allá o más acá de las trifulcas, los encontronazos o los levantotes que nos legó la literatura norteña, la enseñanza más importante que debemos atender es la fecha de caducidad. Rescatar lo peligroso que es la etiqueta. Puesto que todo movimiento morirá algún día. Alguien podrá balbucir que las etiquetas no son elegidas por los autores. En efecto, por eso hay que rehuirle al sentido de reapropiación. Con todo esto quiero decir que la misión preponderante de los autores norteños nacidos en los 70’s es darle un carpetazo definitivo, aunque salpique, a lo que conocemos como literatura norteña.

No es mi intención que generaciones emergentes e insurgentes no escriban sobre el narco o la border. Sería darle en la madre a las editoriales. El planteamiento que debe proyectar el neoboom es crear movimientos o adherirse a causas que estén lo más alejadas posibles de la literatura norteña. Escribir desde lo norteño significa escribir para un público específico, para un periodo de tiempo especifico, para satisfacer ciertos gustos, circenses, paradisíacos o profundos. No así escribir desde el norte. Además de que esa autosuficiencia decimoniaca de chicharronería, ese estilo rancho grande de “del norte para el mundo” comienza a no ser tan pintoresco, empieza a perder el rubor que le imprimieron los arqueólogos de lo güerco, los primeros escritores que experimentaron con el lenguaje, el paisaje y la idiosincrasia norteña sin dobles fondos, por el regusto de los polleros y el narcocorrido, no por aparecer en Bandamax.

Entonces surge lo posnorteño, como una respuesta a lo norteño y como una consecuencia histórico-filosófica. Recuerden que de La condición humana de Balzac se desprende la condición posmoderna de Lyotard y de ahí se desprende la condición posnorteña. Para ejemplificarlo mejor: de Nietzche se desprende Heidegger y de ahí se desprenden Piporro y el Chis Chas, y de ahí se desprende El Viejo Paulino y de la conciencia de ellos tres nace Jean Baudrillard. En resumidas y resumideras cuentas, este texto pretende tratar con suavizante para telas el neo fenómeno codiciado como neoboom dentro de lo neoposnorteño. Pero como si de por si no fuera una empresa tremenda, empresa en quiebra tratar de englobar el fenómeno norteño que es amplio en negociaciones, triparticiones y emociones baratas, analizar en un costoso taburete al generación que les precede es casi imposible debido a que no existen registros preponderantes, estupefacientes y reglamentarios para estudiosear de manera uniforme y seria el desencadenamiento surguetivo de los nuevos escritores de norte. Esa ambición tiene proporciones premonitorias de antología, para efecto de carnes asadas, tertulias de rapé o engordamientos de caldo. Y como ahora las antologías son antologables, de 100 antologías podríamos hacer una medianamente decente, me limitaré a hablar de un solo autor que dentro del neoboom representa para mí, de manera evidente un rumbo a seguir dentro de los parámetros que demarcará la literatura que se hace en el norte.

Como un complemento, como la media naranja a la que aludía Fey, a la narrativa imperante en el norte de México, surge la postura popcrática de Óscar David López (Monterrey, 1982) que se erigirá como un autor señero y señora de la canción ranchera en la proyección de las letras mexicanas. La fantasmagoría pop es constante en adeptos como los teibols y bares gays de la capital de la música norteña. Esa misma popología es la que nutre Nostalgia del lodo, la novela con la que ganó el Premio de la Joven literatura latinoamericana. Las criaturas de Óscar son pop. Son tan fashion que resultan nasty. La Nostalgia del lodo podemos traducirla como la nostalgia por la podredumbre. Pero aunque están hasta el cuello de suciedad sus personajes no van y se arrojan de bruces en un baño atascado de mierda. Y es este uno de los rasgos más rescatables del autor, que no aspira a la indefinición de la generación X, no importa que el mundo se caiga a pedazos, instintivamente desconfía de las personajes que no tienen nada que perder, sus criaturas pop son glamourosamente terrenales que atenazan su secularidad como rasgo único de identidad última.

La historia de Nostalgia del lodo es sencilla. No simple. Y he aquí otro de los aciertos de Óscar David. Durante los últimos tiempos, los experimentos en los que se basa la literatura norteña son hacerse participe de una escritura cada vez más enmarañada, cada vez más atípica y estrafalaria. Y aunque esto le da cierto grado de identificación, pareciera que en ella ya no hay espacio para las historias sin complicaciones. Ahora todo tiene que ver con conjuras internacionales, con escenarios impensables y con pirotecnias extravagantes. Por tal razón, Óscar David es un escritor que se para de manera firme frente a lo norteño y lo resuelve de manera inteligente. Su respuesta es un sano y siempre efectivo regreso por el modelo dramático. Nunca una buna historia, como Nostalgia del lodo, va a parecernos intrascendente. Porque a pesar de los Kentucky y los McDonalds aún confiamos en las certezas de nuestras emociones. Nunca el periplo de una educación sentimental como el que atraviesan los personajes de Óscar David nos van a resultar indiferente. Es el proceso sufriente y fulminante por el que atraviesan dos criaturas de las luchas de lodo en bikini, Vitoria y Betsy, para recuperar, entre tanta parafernalia postcontracultural, su humanidad. Con esto Óscar David como una nueva y maléfica Dorothy choca entre si sus zapatos para demostrarnos que no sólo existe el camino amarillo. Frente a esa antiestética de los escenarios imposibles, el irrumpe con una estética que indica que no importa que tan malabaresca sea una trama, como un corrido del eterno retorno, lo que importa a una historia es que al final de ella haya una transformación emocional de sus personajes, quedarnos con la sensación de que algo sucede, algo seduce. Una especie de licantropía pop que desestima a los textos que se apegan a la institucional inacción del “sí, el mundo se cae a pedazos, pero me vale madres”, Óscar ignora eso y se mete en los problemas de un verdadero escritor, en aventarse la granidísima bronca de plantearse un conflicto y resolverlo.

Tal vez alguno piense que defino la narrativa del autor de una manera chauvinista, que esto sólo es un rasgo más del provincialismo aún imperante entre los habitantes de los interiores, pero me vale madre. Eso lo pueden discutir con la señora que sale a las 8:00 de la noche a vender tamalitos en la esquina. Es probable que aún no dimensionemos la importancia que cifra en el ámbito una novela como Nostalgia del lodo. Aún no somos enteramente concientes de lo fundamental que es Óscar David para las letras nacionales. Ora sí que como dicen los jotos, ay tú. Sólo el tiempo podrá confirmarlo. Pero desde ya es un triunfo que Óscar David sea un antagonista de su entorno y lo dinamite con una predilección por las historias sustentadas en una estructura. Y es que toda escritura supone una moral. Porque aceptemos que hacer literatura en el Norte cada vez es más fácil pero también más difícil. Sólo basta seguir la receta al pie de la letra para conformar ese cóctel colorido y remoto que es sobretodo la literatura norteña confeccionada por jóvenes. Ingredientes: palabras como punk, McDonalds, flyer, cool y fantasy. Después licué todo en un vaso Osterizer a primera velocidad teniendo como resultado la siguiente frase: ‘Encontré a la chica punky afuera de un McDonals, mi pose cool no bastó para llamar su atención mientras los flyers revoloteaban a nuestro alrededor. Ella es mi fantasy’. Y prosiga con la historia. Hacer eso no tiene nada de negativo, lo grave es que nunca sucede nada. No hay un desenlace que implique trabajo. La mayor parte de la literatura que leo en blogs es apática y desinteresada.

El gran reto del escritor joven del norte es confiscar lo mayor posible a la generación que nos antecede y crear una literatura que se base en nuestros propios fetichismos y no en aquellos heredados de la generación x ni de la literatura norteña. Siendo más claros, nuestro objetivo será, no crear literatura norteña, no crear literatura gay, crear simplemente literatura. Una literatura que resista el paso del tiempo.

Publicada en Los Tubos.
La bitácora de Carlos Velázquez.

2007-07-08

Nostalgia del lodo de Óscar David López (por Josué Barrera)

Óscar David López, narrador y poeta regiomontano, ha escrito una novela corta de gran alcance. Bastan alrededor de sesenta páginas para sumergirnos en una historia que brinca constantemente entre el pasado y presente y que sobre todo está llena de nostalgias, como su título lo dice: Nostalgia del lodo.

Se trata de Victoria, una actriz porno que reflexiona sobre su realidad. Su carrera profesional va viento en popa. Vive con una gata, Micha, y tiene una pareja: Rocco. Pero esta aparente felicidad se ve truncada por una llamada de su madre, con la cual no había hablado desde hacía tiempo. La llamada es para informarle que Betsy, su mejor amigo(a), ha muerto. Al saberlo decide regresar a su ciudad, a su colonia. Ese viaje significa un reacomodo de ideas, recuerdos y emociones.

Pero Victoria y Betsy no son personajes planos, estereotipados. Son todo lo contrario: más humanos que algunas personas que están a mi alrededor. Permanecen lejos del perfil social de un homosexual, de un travesti, de una actriz porno. Reflexionan y se contradicen. Actúan y se equivocan. Me recuerda a las historias de Eduardo Mendicutti.

Con esta novela López fue nombrado ganador de la quinta edición del Premio de Literatura Latinoamericana de la Juventud edición México 2005, cuyo premio fue de $1,500 Euros, la publicación de su obra (español/francés) y una estancia por 6 semanas en la Casa de los Escritores Extranjeros y Traductores, MEET, en Saint Nazaire, Francia.
* Publicado en la bitácora de Josué Barrera.

2006-08-09

Nunca te seré suficiente, Honey por Gabriela Torres Olivares

“Bite the hand that feeds
Tap the vein that bleeds
Down on my bended knees
I break the back of love for you
I break the back of love for you”

Brian Molko, Post Blue.



si en una pintura la multitud me reclamara

un oscar david sería carísimo *

Porque después del halago que nace de la querencia cronotópica, el halago que aborto de la admiración generacional. Porque soy una trampa que se autovende vendiendo, ofreciendo (less) al camello como subastarme en el eBay.com.

Soñar con Lodo, en la tradición freudiana, tiene un significado ambivalente y extremista. Si sólo se ve el Lodo en el sueño es señal de un bien que vendrá. Ver Lodo diluido en agua es la salvación de un peligro. Entrar en el Lodo significa pesadumbre, prisión, se prevén pérdidas y hay un riesgo de enfermedad larga y penosa. Un sólo cambio en lo onírico, por más mínimo puede ser catastrófico en la realidad. Pero el Lodo, también representa lo puerilis, la infancia, la inocencia. Y la inocencia significa en el saber freudiano del diccionario de los sueños: Nuevas Oportunidades. La Nostalgia es la añoranza por todos los significados y significantes del pasado. Dentro de esta preconcepción se desarrolla la historia de Nostalgia del Lodo. Un simbolismo plurisignificante que se descubre dentro de un montón de giros argumentales como postales cada vez más nítidas, cuando al principio se nos presentan pixeleadas. El desarrollo de la novela estriba en la emancipación de todos los tipos: la de los padres, los amigos, la patria, la sociedad, el amor. La Nostalgia comienza cuando la autonomía no es suficiente, cuando los personajes del pasado comienzan a desaparecer de la tierra y con ellos se va una historia; una página que debe cerrarse para poder continuar con el next to.

En su novela, Óscar David, nos presenta a sus personajes outsiders en una tradición cristiana occidental compasiva con una estructura narrativa poco común en la estilística mexicana y más cercana a la novela fotográfica gringa o europea; esto no es para nada un halago y mucho menos un reproche, sino una analogía de las bondades de la globalización y su efecto en nuestros nuevos escritores: la facilidad de volcar los ojos a las generaciones contemporáneas en el otro lado del mundo. Si se me permite la comparación con sus influencias, he de decir que la tragedia es manejada con un humor peculiarmente negro, muy a la manera del cineasta español Pedro Almodóvar o el director francés Francọis Ozon, por sólo mencionar algunos. Sarcasmo dentro de situaciones nada apropiadas para la risa pero que sin embargo nos hacen aceptar la brutalidad de una rutina de la que ninguno estamos exentos. David, tiene el don de hacernos reír en funerales, ritos formales, de la señora coja, anciana y pobre que cae a un pozo, la capacidad para olvidarnos de la propiedad y tirarnos un pedo frente a la persona amada. Mas nunca a manera de comedia, porque de otra forma debería dedicarse a hacer chistes de literatura panfletaria –por cierto nada desdeñable pero que no cabe en este discurso-. Quiero decir con esto que, Nostalgia del Lodo no es una novela de comedia negra sino una novela con destellos de humor trágico. Porque dentro del simbolismo y la significación de la arcilla antes mencionada, se encuentra la historia de una personaje en constante retorno, y quizá estructurada en la tradición helénica de la Odisea de Homero. O del Edipo Rey de Sófocles en el slang psicológico del ‘cónocete a ti mismo’.

Para Victoria –personaje principal-, La Nostalgia del Lodo es aquella nostalgia por el mejor amigo y amor de su vida: Mario/ Betsy. El Lodo como significante de suciedad pero en la ambigüedad connotativa también como significante de pureza. El Lodo es un return to innocence, el regreso sobre las propias huellas, el retorno por condición y convicción del subconsciente, como extrañar la resaca y por tanto volver a la ebriedad. Un paseo desde lo superfluo –ser porno star- hasta lo humano –ser hija de una familia tradicional y mocha-. Victoria se ve obligada a regresar por la muerte de Mario; no al funeral, sino a resolver las piezas esparcidas en el rompecabezas de su vida. Mario/ Betsy es las piezas restantes para formar la imagen. Es aquí donde cabe mencionar el personaje de Mario, en el cual David nos lo forma en analepsis o flashbacks para dar una perspectiva completa del personaje en cuestión desde los distintos ángulos de su narrador. Una dualidad de personalidad: bi-sexualidad, bi-polaridad, bi-significancia de quien no se busca en el pasado sino se reencuentra con él para así dar forma al presente de la novela.

El trato que Óscar le da a la homosexualidad, pornografía, hardcore, hiperconsumismo es de una carga tan tierna y humana que hasta el más mocho puede cambiar su visión y comprender que tales personajes –también en el mundo real- nos pertenecen: porque de ellos será el reino de los cielos: Al abrir un cajón: abre su pasado. Encuentra una foto de Mario. Ambos muestran sus credenciales de mayoría de edad. Sonríen. Mario lleva un suéter de franjas azules y las cejas recién tatuadas. Recuerda que esa misma noche, Mario debutó en el Antonio’s, donde llevaba casi dos años trabajando tras bambalinas como maquillador y ayudante de vestuario. Victoria le confeccionó un vestido de novia de talle mínimo, con lentejuela y shakira. Mario salió cantando a capela Like a Virgin. Su voz era más aguda que la de la propia Madonna, así que alcanzaba tonos más altos. Te llevaste la noche, papi. Recuerda haberlo abrazado como abrasa el amor […] A ella le gustaba mirarlo ahí. Estático. Esbelto. El chico perfecto, aunque imposible.

Todos son personajes efectos de sus circunstancias. Si alguien es malo no es culpa de su esencia sino de su circunstancia. Como en las historias canibalescas y autodestructivas de la italiana Isabella Santacroce o la historia hardcore vivida a tope del estadounidense JT LeRoy. Diría Borges en La Escritura del dios: “Un hombre se confunde, gradualmente, con la forma de su destino; un hombre es, a la larga, sus circunstancias”. Victoria es sus circunstancias, Mario/Betsy es sus circunstancias, las madres de ambos son tal vez sus circunstancias y les otorgamos el perdón porque de juzgarlos sólo obtendríamos una autocrítica de nuestras vidas.

Es extraño que un escritor –joven además- logre narrar a una mujer de una manera tan identificable para las lectoras. A los autores varones se les nota en la forma, puesto que la perspectiva masculina siempre es desde fuera. La intimidad, lo interno es exclusivo de la femineidad sinónimo de sensibilidad. Y quien logra asexuarse en la creación, logra el mismo efecto en el lector. Pues bien, Nostalgia del Lodo es una novela asexuada, por más travestismo y pornografía explícita, la visión del narrador es de una focalización siempre asexual, nunca juzga ni cuestiona, se comporta como una cámara que todo lo ve; y es aquí donde el autor nos muestra sus dotes de director de cine. Óscar puede continuar con la tradición de las chicas Almodóvar, ahora serían las chicas Óscardavid, así: cercanas al cliché mujeril two thousand, apropiadas de un discurso siempre independentista y rebelde. Pero al final de cuentas, personajes mujeres que se llevan nuestra admiración y nos serán entrañables. La relación madre-hija de principios de siglo plasmada en la novela: Las llamadas de su madre son ganas de cagar a mitad de una escena que comenzaba a disfrutar: su vida. Lejos de la familia y sus líos de moral y religiosidad. Está harta de que su madre quiera reestablecer la comunicación desde que descubrió la fama que tiene su hija en la industria porno. El retrato perfecto de una sociedad regiomontana falsa y de apariencias. Como una gran maqueta con el Cerro de La Silla coronando un set que está a punto de ser derribado. La dualidad del querer ser y el ser de Sartori en el Homo Videns. Una sociedad que se consume y autoconsume en la pretensión.

De tener la capacidad intelectual de introducir a Óscar David dentro de una generación, sería La Generación Resentida, misma que ha superado la generación hedonista porque ya no hay de donde asirse y sólo resta el reproche. Este Resentimiento no es un odio consciente de destrucción. Tampoco una denuncia comprometida a cambiar el mundo. El resentir es eso que plasmo porque es la expresión de mi periferia, de mi crono/topo. Porque así estaban las cosas cuando llegué, sólo me resta embellecerlas y la emancipación es el discurso de defensa perfecto para el que quiere vivir en el Y2k. Porque de alguna manera me siento con el derecho de adjudicarme esta novela como se adjudica la Literatura. Porque tuve la primicia de ella. Porque fui una agraciada al ver su nacimiento y su publicación, así como tengo la satisfacción de verme en este lodo todo mío. Todo nuestro. Y porque puedo hablar de mi mejor amigo, mi vecino, compañero de escuela y de juegos y su infancia a mi lado. Pero hoy tuve que hablar del escritor de mi generación al cual admiro y respeto desde mi inocencia como letróloga. Porque esta novela es el inicio y la punta de lanza-carta de presentación para los que yacen en la provincia. Y puedo decirlo aún y no tuviera todo este background: Nostalgia del Lodo merece todo lo plausible como ópera prima, pues de no conocerlo lo admiraría desde el rincón de mi anonimato. Y lo leería intentando desmitificar no sólo su fondo sino también su forma.


*Fragmento del poema Autorretrato a los 22 de Óscar David López.
Por Gabriela Torres Olivares

Los Noveles.com: novedades en papel: Nostalgia del lodo

Nostalgia del Lodo por Sergio Loo


Lo primero que hay que reconocer es que Nostalgia del lodo es de las pocas obras que verdaderamente se inscriben a la tradición de la noveleta. No se trata de un cuento forzosamente alargado ni de una novela escueta.
Debo decir que a mí la novela –noveleta- me llegó una mañana. Ese día tenía cosas que hacer, así que pensé dejarla para la noche, luego pensé en leerla en el camino, luego en leer el principio y leer lo demás en el camino, luego, cuando me había dado cuenta, fui consecuente y terminé la novela pronto para hacer lo que debía. Sé que suena trillado, pero ni modo, la vida es trillada. Y esto fue real: El libro se me acabó en menos de dos horas.
No se trata del hilo negro ni mucho menos, sino de una historia, entre real y absurda, que se presenta sin mayor complicación. Aunque tampoco por ello es facilona.

Desarrollada en 24 capítulos que rara vez rebasan las dos cuartillas, se nos presenta la historia de Victoria, una pornostar que vuelve a su natal Monterrey porque su mejor amiga, su “reflejo”, Bety, antes Mario, había fallecido. En efecto: la trama es un reencuentro (El autor dice que no, que es un duelo. Pero no le hagan caso. Generalmente los autores no saben lo que dicen). En lo que podríamos estar de acuerdo es que, sea un duelo o un reencuentro consigo misma, implica lo que Todorov llama Viaje iniciàtico. Que en este caso promete pocas o nulas posibilidades de salir avante. “Escoge un taxi como Alicia una puerta, en el país de las maravillas. Sin embargo, después de Mario ese paìs ya no existe. Ya no es posible.”
La historia oscila entre dos mundos caricaturescos: La ciudad porno, como le llama Victoria, con su televisor atestado de pornografía y sus privilegios burgueses; y un Monterrey mojigato, representado por la madre de la protagonista, y Lupina, la respectiva de Mario, luego Bety. Me parece importante mencionar que aunque se trata de una historia realista, lo circunstancial, la sociedad, el entorno sociológico poco o nada tiene que ver en los hechos. Victoria podría ser de Monterrey, de la Ciudad de México, de Argentina, de Chile o de donde pueda haber gente que devotamente dedique su vida al deprave, al placer, al deseo ciego y rico.
La novela, noveleta, está llena de imágenes inesperadas, que curiosamente, muchas son variaciones de imágenes de películas o de frases conocidas por todos, que van de lo estrambótico a lo asfixiante “Mario siempre volvía al centro del ataque. Su cuerpo era el mejor proyectil. Para Mario, el asesino nunca vuelve al lugar del crimen. Es el crimen lo que nunca desaparece.” 93
Con respecto a la estética de la noveleta el autor dice que tiene que ver con lo Kitch. Pero según Sánchez Vásquez, lo Kitch es aquello que, obteniendo lo contrario, intenta aparentar cierta elegancia y estilo. Personalmente leì la novela como algo Pop, como cercana, visualmente, a Tarantino, Lichenstein o Richard Moska. Creo que lo Pop no tiene que ser forzosamente Kitch, pero bueno… de todas formas dudo que alguien se imagine la historia con la estética del Goya retratista, o del periodo azul del Picasso.
La cosa del lodo no es mero chiste. A través de la historia aparecen varias referencias a èl, que por supuesto, se suman a las concepciones que tenemos. El origen, lo humillante, lo purificador, lo sucio…
La nostalgia es la añoranza de lo perdido. Lo obvio sería que fuera por el pasado, por lo cotidiano, pero conforme van sucediéndose las páginas, pareciera que el hogar y la felicidad siempre han sido tan artificiales y tan tangibles como los senos de una mujer que se deja penetrar por tres al mismo tiempo en una película del canal Venus. Entonces ni para dónde ir.
El lodo, la nostalgia del lodo, la nostalgia de aquel muchacho en la palmera, de aquella amiga gemela transexual, de una ciudad donde no pasa nada, de una explicación absurda a una muerte predecible; nostalgia… o melancolía, porque a fin de cuentas el pasado es algo que uno mismo se inventa para creer que hubo algo antes que valiera la pena. Un viaje iniciàtico, esclarecedor, tanto como un diccionario de sueños comprado a escondidas en el aeropuerto.

Esta novela no contiene respuestas, ni moraleja, y casi ni conclusión. Porque una conclusión no puede ser un hoyo más grande. Porque las identidades perdidas quedan muy lejos, a más de dos cuadras de cualquier paraíso.
por Sergio Loo

Oqueerencias y queeriosidades: Nostalgia del lodo por Sergio Téllez-Pon

En los veinticuatro capítulos cortos que conforman su primera novela, Nostalgia del lodo, el joven escritor Óscar David López (Monterrey, 1982) cuenta las desventuras de una atribulada amistad. Para ello, relata, por una parte, el viaje de regreso de la exitosa actriz porno, Victoria, a su natal Monterrey y, por otra, la historia de Mario, un transexual que se hizo cambio de sexo en Tailandia y se rebautizó como Betsy Arellano. Mejor dicho, la sensual Vicky emprende el viaje justamente porque ha tenido noticias de su amigo Mario-Betsy.

A partir de entonces, se le vienen a la mente todas las vivencias a lado de su inseparable amiga y, poco a poco, va descubriendo el entramado que había detrás de la operación de cambio de sexo, los frecuentes viajes de Betsy con su amante colombiano, Elmer Arellano, las joyas y el dinero súbito. Así, habiendo caído en la cuenta de lo que sucedió poco antes de la muerte de Betsy por ser seropositiva, Vicky se empeña en develar la verdad y vengar la muerte de su amiga.

A su regreso de Tailandia donde han experimentado una terapia de belleza basada en el lodo y antes de que Vicky se convirtiera en la cotizada actriz porno con que inicia la narración, juntas trabajaban en un table dance de la ciudad. El show que las llevaría al reconocimiento dentro de esos bajos fondos, consistía en llenarse de lodo mientras se frotan y masturban mutuamente hasta llegar al clímax: un doble orgasmo… fingido. En su visita a Monterrey, Victoria rememora y añora ese show con su amiga, de allí, pues, el título de la novela.

Esta novela, que ganó el premio de la Joven literatura latinoamericana de la Maison des Écrivains Étrangers et Traduteurs (MEET) de Saint Nazaire, Francia, por lo cual su autor pasará tres meses en la Maison a lado de escritores como el Nobel sudafricano J.M. Coetzee, es una obra de iniciación. Y con esto último no quiero ser despectivo: es una buena novela para iniciarse en el mundillo literario y que, no por nada, ganó un premio. Aunque cae en ciertos clichés imperdonables y el final resulte poco efectivo, López sabe cómo armar y, principalmente, cómo narrar una historia de realismo sucio con muy pocos elementos.

En la novela, López hace una arbitraria utilización de los diálogos—lo cual no ayuda mucho en la técnica—, abunda en oraciones que son lugares comunes y los ademanes del personaje feminizado son bochornosos pues no logran imprimir la pizca de humor que seguramente el autor se propuso, además se estar enlodada de elementos freudianos que ya bien entrado el siglo XXI resultan anacrónicos, todo lo cual desconcierta sobremanera. Un lector común, por fortuna, no tendrá que fijarse en todo esto así que no está demás recomendar su lectura.
Sergio Téllez-Pon

Nostalgia con recorrido agridulce por Hugo Valdés

Óscar David López propone en Nostalgia del lodo una breve novela-viaje en la que Victoria, una estrella internacional de cintas porno, hace un alto en su jornada de glamour para volver por unas horas a su ciudad natal, Monterrey. “Recorrido agridulce” hacia el pasado en común de la actriz con un amigo recientemente muerto, infectado por el sida, el texto se desliza con sinuosa elegancia gracias al empleo del presente. Por obra de este tiempo, además, se crea la sugestión de que la mirada no sólo puede verlo todo a placer, con una morosidad muy ad hoc para registrar la mecánica sexual con sus variantes, sino también que se acompaña de una voz que puede expresar con gran precisión y conocimiento todo lo que ve. Por otra parte, y pese al efecto de proximidad que sugiere una narración así, la voz parece retraerse al interpretar los movimientos de los personajes, descubriendo cosas significativas en actos tan sencillos como tocar los objetos, mientras que aquéllos, a su vez, ya librados a su propia suerte, tratan de comprender el escenario que pisan, las habitaciones donde se refugian, el mundo en que viven: algo que escasamente tiene sentido.

Victoria lo advierte así al descubrir aspectos de su amigo que ignoraba por completo. Pero, ¿podría ser de otro modo donde rigurosamente nada es lo que parece, constelado, al decir de la madre de Mario, de “tantos hombres que no eran hombres y tantas mujeres que tampoco eran mujeres. Pero todos convertidos en su propio sueño”? Un universo, pues, donde homos y heteros se escarnecen duramente entre sí, como si reprobando la vida del otro enjuiciaran la suya, nunca ejemplar. Las máscaras y disfraces sucesivos de Mario se traducen en sus desencuentros con Victoria, esa serie de pequeñas traiciones que los va separando hasta situarlos en un punto sin retorno, fuera del cual sólo hay el adiós definitivo. En su fuero interno, Victoria enfrenta entonces el dilema de expresar o no el reclamo esencial contra Mario: por qué la condenó a quererlo si él no iba a fijarse en ella, dedicándose en cambio a un sinfín de hombres ocasionales.

Paradójicamente, una vez que Mario se transfigura en la exuberante Betsy, Victoria parece estar más cerca de él/ella, compartiendo y cotejando sus cuerpos en el espectáculo que montan en el lodo y tras del que debe verse, más bien, una suerte de barro original donde pueden ser puros e inocentes de nuevo. La lucha en el lodo como sucedáneo de una tarde de novios. Pero la fiesta del cuerpo es pasajera. Otro a fuerza de cirugías; otra, a fuerza de voluntad, Mario-Betsy será siempre inasible para todos, como Élmer Arellano, protector y amante de aquél/aquélla, se lo hace ver a Victoria casi al final del libro.

Llama la atención que Óscar David destine a un personaje como ella a ser tiranizado por el cliché literario o, mejor, cinematográfico, desde el momento en que se propone amar lo imposible, un gay que no le corresponderá, como si siguiera un programa, un proyecto de infelicidad. El caso es que estos sofisticados y deseables actores sexuales que se aterrorizan ante la sola posibilidad de encontrarse con sus progenitores (como nota curiosa, Victoria es refractaria al tuteo cuando habla por teléfono con su madre) encuentran así un motivo para hacerse de preocupaciones existenciales que rebasan la mera genitalia en la que medran, pues dan la impresión de vivir, no obstante su prosperidad económica, afianzados apenas a un bolso Gucci, a unos lentes para sol Calvin Klein, a una palmera en la memoria, a un libro impreciso sobre los sueños: riqueza abstracta que subraya sólo su desnudez.

Sin embargo, no sabrán muy bien por qué dolerse: si por la ausencia definitiva de otros, por no haber sido parte de una historia convencional, o por el convencimiento de que la “vida normal” no era jamás para ellos, pero que en castigo por haberla pasado de largo deben añorarla como si hubieran deseado tener una. Al cabo, Victoria regresará al lado de Rocco-Roberto Garza, donde tiene una casa, un trabajo estable y un gato al cual cuidar, no un remedo ni sucedáneo de vida. Acaso nunca deseó, ni por un instante, comportarse como una persona convencional, pero es seguro que tampoco deseó, ni siquiera por un segundo, parecerse a eso tan evanescente y críptico que fue, que acabó siendo Betsy.






Por Hugo Valdés











Nostalgia del lodo, Óscar David López Cabello, Maison des Écrivains Étrangers et des Traducteurs de Saint-Nazaire/Consejo para la Cultura y las Artes de Nuevo León, Monterrey, México, 2005.

EN TORNO A NOSTALGIA DEL LODO, por Victor Barrera Enderle

Nostalgia del lodo es, ante todo, una novela, o mejor: un relato heterodoxo pero a la vez estrechamente ligado con los elementos más característicos de este genero discursivo (hago un alcance: concibo al relato literario como narración propia, desde luego, pero también como vínculo insuperable entre el cuento y la novela, con la economía verbal del primero y el desarrollo narrativo del segundo). La disidencia es aquí una forma de pertenencia. Es a un tiempo una obra de inicio y de consumación. De inicio porque su aparición nos anuncia a un autor prometedor; de consumación porque Nostalgia del lodo confirma una escritura trabajada, un largo diálogo con el género. Y no hay mejor manera de concretar una opera prima que la de poner todas las cartas sobre la mesa, incluso bajo el riesgo de perder la partida. Oscar David López se arriesga, coquetea con los lugares comunes, se acerca al melodrama y no teme recurrir a los recursos expresivos de la llamada sub-literatura, como la fotonovela o los libretos pornográficos. Desciende, en una palabra, a la vorágine del consumo masivo y desenfrenado de la industria del sexo, donde Eros parece vencido por el principio de utilidad, y desde allí ensaya su escritura. De hecho, el punto de hablada bien podría ser la cámara indiscreta de un pornógrafo obsesivo y febril. El ojo oculto tras la cerradura que corre el peligro de quedarse solamente en la erotización de la escritura, en el morbo de la descripción de un instante. Pero la narración va más allá y al final se convierte en una visión especular, en una doble lectura.

Por medio de la exhibición se sugiere la ausencia, el vacío. La imposibilidad del amor en el reino de la inmediatez sexual. Historia condenada de antemano y fraguada en ese intento por salvar la comunicación y alcanzar la trascendencia. Es en este punto donde radica la fuerza del relato. A Victoria y Mario, los personajes que podríamos denominar como centrales, los une y separa a la vez su propia condición contradictoria: intentan construirse como individuos a través de la eliminación o de la separación de lo corpóreo. El yo contra el cuerpo que lo contiene. El yo que somete al cuerpo para poder ser. La psique versus el soma. La prostitución, dejando de lado cualquier apreciación moralista e inútil, es la conversión mercantilista del cuerpo en producto; pero no sólo eso: también es la re-configuración de individuo a través del comercio, del sometimiento de los de los sentidos, salvo uno, el de la comunicación: al final la prostitución es también un diálogo condicionado y como tal posee sus propios códigos y su simbología.

La imposibilidad es la condición –o la maldición- humana casi por antonomasia. No es casualidad que el epígrafe de Nostalgia del lodo sea un fragmento de “El llamado del deseoso”, de Lezama Lima. El deseoso es aquel que huye para volver irremediablemente y fracasar en el intento; es el que busca sin encontrar; el incapaz de dar con el significado final, con la ausencia del origen. Traducido al relato, podríamos aventurar una fórmula: imposibilidad del deseoso, igual al impulso de la narración. Porque la escritura literaria es básicamente deseo, voluntad y, al final, trasgresión.

El regreso de Victoria a Monterrey, ese espacio “clausurado” para ella por su connotación actual, no es sólo la vuelta al pasado, sino un cuestionamiento del mismo para terminar transformándolo en otra cosa, en un sueño borroso y cada vez más lejano. Es, en muchos sentidos, el rompimiento definitivo con la identidad primera. Por eso, más que retorno, yo hablaría de enfrentamiento, de confrontación y, también, de aceptación de la pérdida, pero de una pérdida múltiple, donde ella misma está incluida. De allí su regreso clandestino, secreto. Victoria evita el encuentro con su madre porque teme reconocerse en ella en cuanto amante desesperanzada y abandonada. Y viene ahora a sepultar al hijo, al amigo, al amante imposible, a sí misma. Es el entierro de la misma semilla que ella y Mario compartían.

Y, como sucede con frecuencia en el género, el regreso desencadena la narración: “Al abrir un cajón: abre su pasado”, dice el narrador y prosigue, nos cuenta que allí, Victoria “Encuentra una foto de Mario. Ambos muestran sus credenciales de mayoría de edad. Sonríen.” (83) La suya es una historia paralela: he aquí la unión y la imposibilidad. Ambos anhelan la libertad, pero los sacrificios que ésta precisa serán distintos para cada uno. Mario y Victoria eran vecinos y cómplices; compartían el mismo origen y el mismo deseo de huir para borrarlo. Dos deseosos en potencia. Victoria escapó al ingresar al mercado de la pornografía, Mario al cambiarse de sexo y sucumbir ante la relación con Elmer, el traficante y amante colombiano. Ella ingresa a la “esclavitud” del mercado; él a la dominación casera, a una perversa relación conyugal.

La relación de Victoria con Mario va del amor sugerido e inalcanzable (dos líneas paralelas jamás pueden cruzarse) a la identificación, a la resignación: vínculo supremo de amistad. “Nadie como tú para que sea mi espejo, le decía a Victoria mientras se pasaban el rastrillo” (92). El amor por Mario se resigna y se consuma en la confidencia y en la comunicación (un lujo prohibido en el mundo exhibicionista de la “ciudad porno”, el espacio que habita en la actualidad Victoria). Comparten un mismo destino: el escape. La diferencia es, sin embargo, significativa: Victoria huye para liberarse de todo el pasado (incluido el propio Mario); Mario escapa para regresar como Betsy. Ella huye del entorno, él de su propio cuerpo. En la primera hay evasión, en el segundo, conversión. Por eso el destino de Mario/Betsy es la consecuencia, a pesar de la tragedia que ésta conlleva; mientras que el de Victoria es la confrontación y tal vez al final la redención. Incluso podríamos denominar al periplo narrativo no como un viaje o un simple retorno, sino como una caída, como un descenso desgarrador.

Oscar David López nos entrega así la crónica de una escritura, el relato de otro relato y la posibilidad de transmitirlo. Es el desmantelamiento de la imagen a través de la palabra en un mundo donde el libro parece ya lejana fantasía de la infancia remota. La apuesta final por la literatura. Nostalgia del lodo es, así, un retorno a la tierra, a la letra. El lodo representa a un tiempo la adyección y la purificación. La caída y el ascenso. El recuerdo del pasado común y la más nítida señal de pertenencia en un mundo donde sólo cuenta el anonimato de la multitud y los rostros registrados efímeramente en las pantallas electrónicas.

El cuerpo de Mario es el palimpsesto de esta historia común y compartida, su transformación esconde e invierte el vínculo más fuerte de Victoria, pero no lo borra: “Victoria nunca dejó de llamarle Mario, claro, secretamente. Aún bajo el maquillaje y los vestidos seguía siendo el chico que bajo la palmera de su casa jugaba al gigolo.” (92) Hermandad forzada por la cirugía y el credo en un futuro prometedor para las dos. La unión del lodo que purifica sus rostros, el ritual compartido.

Lo que sigue es la degradación, la desintegración del vínculo. La parte más intensa del texto. Dos trayectorias no ya paralelas sino opuestas: una hacia la “fama” entre comillas y la otra hacia la muerte. En este punto el relato cobra dimensiones melodramáticas y, hasta cierto punto, previsibles, pero lo interesante y trascendente aquí es el tratamiento que evita el regodeo en una situación reconocible de antemano y se concentra en la fractura existencial de Victoria, en su propia toma de conciencia: rasgo inequívoco de madurez narrativa. Es la última confrontación, no ya con Mario o Betsy, sino con Elmer, el sujeto que ejerce una violenta manipulación a su amigo. El tema de la libertad, como he sugerido, subyace a lo largo de todo el trayecto y tanto Mario como Victoria se esfuerzan por salvar los obstáculos que se cruzan en sus respectivos caminos para conseguirla. La libertad implica desde luego su contrario, la existencia de un universo cerrado y hermético, pero también el riesgo de confundirla con el éxito efímero de una industria como la pornografía. Así, la búsqueda va más allá del simple escape y se enfoca en el inevitable cuestionamiento de la propia esencia. El choque final con Elmer es, en realidad, un saldo de cuentas con ella misma, con la que fue y con la que será a partir de ahora.

Y tras el descenso y purificación lo que queda es la nostalgia. Nostalgia no de un pasado mejor, sino de un origen compartido. Origen que se volverá secreto y, al mismo tiempo, motor para seguir, para sobrevivir en un mundo desmemoriado, que sólo reconoce cuerpos y fórmulas para la excitación instantánea.

La nostalgia del lodo es la evocación de un ritual de liberación, y a un tiempo la certeza de su clausura. Tal vez la liberación final de Victoria sea su futura condena, no lo sabemos y ni siquiera importa mucho (eso pertenece a otra narración). Lo trascendente es lo que permanece y en esta ocasión nos quedamos con un relato muy bien logrado y con la confirmación de un autor que nos acompañará por largo rato. El riesgo total fue generosamente recompensado. Oscar David López apostó todo y al final ganó con creces. Enhorabuena.
Por Victor Barrera Enderle

Entrega del "V Premio de Literatura Latinoamericana de la Juventud" - Edición México 2004-2005



Premiación y Presentación.


Participantes: Alfonso Rangel Guerra - (Conarte), Patrick Deville - (MEET), Pablo Maya (Feria Internacional del libro Monterrey), Alban Corbier-Labasse - (Alianza Francesa de Monterrey). Presentación de libro: Victor Barrera Enderle y Hugo Valdés.

Vive un doble festejo

Por
Abraham Vázquez

Presenta Óscar David López su primera novela y recibe premio de literatura joven

La presentación de una primera novela podría resultar aplastante, pero éste no fue el caso de "Nostalgia del Lodo", de Óscar David López.

La aparición ayer en la FIL de esta ópera prima motivó un doble festejo: la entrega para López del Quinto Premio de Literatura Latinoamericana de la Juventud, edición México 2005 y su entrada con el pie derecho a las letras regias.

"Es a un tiempo una obra de inicio y de consumación. De inicio porque su aparición anuncia a un autor prometedor, pero confirma un largo diálogo con el género", señaló el crítico literario Víctor Barrera Enderle.

"Se arriesga, coquetea con los lugares comunes, se acerca al melodrama y no teme recurrir a los recursos expresivos de la mal llamada subliteratura como la fotonovela o los libretos pornográficos", destacó.

El novelista Hugo Valdés, otro de los presentadores, aplaudió el manejo del lenguaje del autor nacido en 1982 y definió al texto como una breve novela de viaje.
"El texto se desliza con sinuosa elegancia gracias al empleo del presente", indicó, el autor de "The Monterrey News".

"Nostalgia del Lodo" es una novela de 60 páginas que explora el proceso del duelo y las relaciones personales de personajes poco convencionales como una estrella del cine porno y travestis.

Apenas en junio pasado se anunció que de entre 41 trabajos, la obra fue galardonada con el Quinto Premio de Literatura Latinoamericana de la Juventud, edición México 2005, organizado por Conarte, Alianza Francesa y la MEET (Casa de los Escritores Extranjeros y de los Traductores).

Con el galardón, López se hace acreedor a una estancia en el 2006 de seis semanas en Saint Nazaire, Francia, y 3 mil euros, alrededor de 39 mil pesos al cambio actual, según actualizó Alban Corbier-Labasse, director de la Alianza Francesa de Monterrey.

"Es muy emocionante", fueron las primeras palabras de López, quien participó en el consejo de la editorial Harakiri Plaquettes.

"Son determinados tipos prototipos que puedo elaborar (en la novela), y que puedo digerir para que salga un excremento y se pueda ver algo, porque en el excremento está todo lo que se ha vivido. No se ven máscaras", enfatizó sobre su proceso creativo.

Distinguen a joven regio con su primera novela

por Abraham Vázquez

Sección: Vida!

El Norte

09-06-2005.

Distinguen a joven regio con su primera novela Dan a Óscar David López Premio de Literatura latinoamericana de la Juventud Por Abraham Vázquez El Norte Con su debut en el género de la novela, Óscar David López obtuvo el Premio de Literatura Latinoamericana de la Juventud, edición México 2005, dotado con mil 500 euros, más de 15 mil pesos, y una estancia de seis semanas en Francia.

El galardón permitirá al joven, nacido en 1982, en Monterrey, dar suprimer paso en el mundo editorial, ya que la distinción contempla la publicación de la obra, en francés y español, así como su distribuciónen Francia y México.

"Es muy importante (el premio) porque es la primera novela que escribo", comentó López, quien fue fundador del proyecto editorial independiente Harakiri Plaquettes. La obra laureada, llamada "Nostalgia del Lodo", es una novela breve de 60 páginas que explora el proceso del duelo y las relaciones personales de personajes poco ordinarios, explicó el autor premiado.

"Es una novela corta de 60 páginas, la escribí el año pasado casi alcierre de la convocatoria, y habla sobre el proceso del duelo, la protagonista se llama Victoria, es una estrella del cine porno que regresa a su pueblo natal al enterarse que su mejor amigo ha muerto",comentó, quien ya está invitado al próximo Festival Internacional dela Palabra, que se realizará en la Ciudad.

"Es una edición bilingüe y se me plantea en un libro padre, hay unviaje a Francia, que imagino cambiará mi perspectiva literaria comocreador y como ser humano", agregó, quien actualmente es Becario del Centro de Escritores.

El anuncio del ganador del Premio de Literatura Latinoamericana de la Juventud fue dado a conocer ayer en las oficinas del Consejo para la Cultura y las Artes de Nuevo León, en un evento en el que estuvieronlos representantes de las instituciones convocantes al premio. En presencia del autor, dieron a conocer el resultado y los pormenores del premio: Alban Corbier-Labasse, director de la Alianza Francesa de Monterrey; Alfonso Rangel Guerra, presidente del Conarte; Pablo Maya, director de actividades culturales y relaciones públicas de la Feria Internacional del Libro Monterrey; y Leticia Herrera, directora del Planeación y Desarrollo Cultural del Conarte.
Corbier-Labasse precisó que el galardonado pasará una estancia de seis semanas en la Casa de Escritores Extranjeros y Traductores en Saint Nazaire, Francia, institución que se encargará de los trabajos de edición de la obra, que en el País será publicación compartida con el Conarte. El trabajo final se presentará en el marco de la próxima FIL Monterrey, y constará de un tiraje de mil 500 ejemplares, precisó Maya.

Con la edición México 2005, de Premio de Literatura Latinoamericana de la Juventud, el reconocimiento literario, impulsado por la Casa de Escritores Extranjeros y Traductores (MEET, por sus siglas en francés) llega a su quinta entrega, que ha itinerado por países como Uruguay, Cuba y Costa Rica, apuntó el director de la Alianza Francesa Monterrey, una de las instituciones convocantes.

El jurado del premio estuvo integrado por los escritores Miguel Ángel Compodónico, Carlos Cortés, Leonardo Padura, Patrick Deville y Francoise Garnier, todos ellos de diferentes nacionalidades. En totalse recibieron 41 propuestas, para este reconocimiento destinado apublicar la ópera prima de autores menores de 35 años.